AUTORRETRATO http://08
29.3.08
  28 de marzo 08, viernes.

La mujercaracol sigue en su parapeto. Creo que como estaba nublado ella, prevenida, preparaba el nylon que usa de techo de su casa.

Más tarde, estuvieron en casa Ángela y Guille con Tonga, haciendo una limpieza. Fue alucinante. Sacaron toda la mala energía de la casa, de nosotros. Fue un ritual parecido al que había hecho Guille la otra vez.




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28.3.08
  27 de marzo 08, jueves.

De noche fuimos a ver a Salva. Estaba gracioso como siempre.

Poco texto, pocas fotos; va capítulo 5 de “Santa Clara (un espacio oscuro):


5

A las dos menos cuarto me dirigí hacia la dirección que había leído en el volante. Según el número que aparecía en el volante, tenía que ser en esa cuadra. Divisé un montón de gente reunida unos metros antes de llegar a la esquina, frente a un edificio donde hace años había funcionado un cine. La mayoría de la gente tenía un aspecto humilde aunque todos estaban prolijamente vestidos, como para ir a una fiesta o a un casamiento. La ropa se veía limpia y parecía nueva, los zapatos lustrados, los hombres con saco y corbata y las mujeres muy arregladas. Caminé directamente hacia ahí, hasta el antiguo cine hasta asegurarme que esa era la dirección que buscaba.

“En este cine pasaban películas porno”, recordé, “cuando yo era chica”. Tendría unos catorce años cuando estudiaba con Mariana, una compañera de clase que vivía enfrente del cine; ella vivía con sus padres en un edificio de apartamentos, antiguo, que tenía unos lindos balcones de hierro forjado. La parada del ómnibus estaba unos metros antes de la esquina y para cruzar tenía que pasar por adelante del cine. Recuerdo que caminaba mirando hacia abajo porque me moría de vergüenza. Los títulos siempre eran muy explícitos: Anos de fuego, Perras adolescentes, El volcán ardiente, Escuela de Señoritas; todos de ese estilo. Los afiches pegados en las vidrieras estaban cruzados por una franja verde.

Todas las tardes salíamos al balcón del dormitorio de Mariana y nos divertíamos mirando hacia el cine. Siempre entraban hombres, por lo menos nosotras nunca vimos entrar a una mujer. Entraban rápido y con aire de distraídos. Se acercaban al cine mirando hacia todos lados y de golpe giraban y desaparecían atrás de una cortina negra que cubría la entrada.

“Apuesto a que ese entra”, dijo Mariana una vez al ver un hombre insignificante de traje azul oscuro que miraba nervioso a los costados, pegaba el consabido giro abrupto y se perdía atrás de la cortina negra. “Es el tío Luis”, grité asombrada. De pura maldad esperamos a que terminara la película en la planta baja, vigilando la salida del cine desde atrás de la puerta del edificio. En cuanto vimos que empezaban a salir los hombres caminando apresurados con cara de “yo no fui”, salimos a la vereda.

Cuando apareció el tío Luis mirando de reojo a su alrededor grité “adiós tío Luis”, bien fuerte y salté y sacudí los brazos y las manos gesticulando con exageración para que me viera.

Él levantó la vista y me saludó con un rápido ademán de su mano izquierda, todo colorado y se alejó rápido sin mirar atrás. “Saludos a la tía Lucila”, le grité a su espalda. Mariana y yo nos reímos un buen rato.

Unos días después me encontré con él en una fiesta familiar, y mirándolo de reojo le dije a la tía Lucila con mi mejor cara de inocente: “Tía... ¿te contó el tío que el otro día me encontré con él en el centro y te mandé saludos?”. “Tu tío no me contó nada” me contestó mirando al tío Luis con los ojos chiquitos y la boca apretada con aire de censura. La tía Lucila era muy severa y como no tuvo hijos para retar, siempre estaba retando al tío. Por lo menos eso es lo que decía mi padre, muerto de risa. Ella era bastante más alta que él y se peinaba con un moño muy estirado y sonreía pocas veces. El pobre tío Luis se tropezó con la silla que tenía al lado y casi se cae.

“Se lo tiene merecido, por chancho”, le comenté a Mariana cuando le conté lo del tropezón. “Los hombres son todos iguales”, concluimos ese día.

En ese momento yo estaba expectante mirando la gente y buscando a Pablo o a Clara entre la muchedumbre; y estaba preparada para todo. Estaba decidida a controlarme para no hacer papelones. No es que la gente me importara mucho, en realidad no conocía a nadie. Creo que lo que me importaba era no sentirme más y más humillada delante de Pablo. “Lo único que tengo que hacer es recuperar las monedas”, pensé nerviosa. Me fijé en una mujer joven de aspecto ansioso, que miraba el reloj y luego miraba hacia la esquina, como si esperara a alguien. Tenía puesto un vestido color rosa viejo, algo pasado de moda, y el pelo lacio, color castaño claro le caía sobre la espalda. La melena estaba salpicada de lacitos rosados. Aunque miré el peinado un rato, no pude adivinar cómo hacía para sostener los lacitos.

De pronto vi al mismo hombre del programa de la televisión, muy trajeado. Estaba parado en medio del hall del cine saludando a los fieles. Era más bien bajo, robusto y de piel amarillenta. “En la tele parece más alto”, pensé. La gente lo saludaba con deferencia así que esperé un poco a que no estuviera tan abrumado y me acerqué. No sabía si decirle Padre o Señor o Hermano, hasta que escuché que alguien lo llamaba Hermano Ernesto.

-Hermano Ernesto –le dije con respeto cuando estuve a su lado-. Por favor, tengo una pregunta que hacerle, es muy importante, es cuestión de vida o muerte. Dije eso y me callé, con actitud de respeto y miré para abajo con humildad.

-Todo es cuestión de vida, la muerte es la vida en el más allá, Hermana –me respondió. Después largó una extensa perorata de consejos de amor y paz. Acá damos todo y no pedimos nada –agregó al terminar con los consejos-. Pero puedes colaborar con lo que quieras. Acércate a la Asamblea a escuchar la palabra de Jesús y a disfrutar del Amor que Él nos da.

-Gracias, Hermano –le dije con tono sumiso- gracias, y que la paz sea contigo. Eso lo había escuchado en la tele, siempre dicen “que la paz sea contigo”; el programa del Hermano Ernesto es el único programa que hay en la tele tarde en la noche y siempre que no me puedo dormir lo miro, así que sabía bien que había que decir “que la paz sea contigo”.

-Necesito con urgencia encontrar al Hermano Pablo y a la Hermana Clara. Tengo noticias muy importantes para ellos –agregué y lo miré con ojos suplicantes.

En eso se acercó una mujer con una canasta y la sacudió delante de mí con alarde, moviéndola exageradamente. Tenía el pelo teñido de rubio y peinado hacia atrás muy tirante y recogido en un moño sobre la nuca. Vestía un trajecito color marfil, prolijo.

-¡Sean generosos con el Señor y Él será generoso con vosotros! –gritó en un tono bastante alto y pomposo acercándome más la canasta, así que no tuve más remedio que meter la mano en el bolsillo.

Saqué diez pesos y los deposité en la canasta. Ella se quedó plantada ahí y miró primero el contenido de la canasta y luego a mí.

-El señor será tan generoso con vosotros como vosotros con él –aseveró mirándome alevosamente; el mensaje era claro así que metí otra vez la mano en el bolsillo y saqué un billete de cien y lo puse en la canasta-. ¡Muy bien Hermana! ¡Hay que desposeerse de los bienes terrenales, que no nos traen más que dolor! ¡Aleluya! –exclamó con un tono que pretendía ser ejemplarizante y dirigiéndose a la gente que nos rodeaba.

-¡Aleluya! –respondieron todos a coro.

-El Hermano Pablo y la Hermana Clara... –se dirigió a mí después del aleluya el Hermano Ernesto. No recuerdo ningún Hermano Pablo ni a una Hermana Clara. Lo único que conozco es un pueblito en Brasil, que se llama Santa Clara... y una gran ciudad que se llama San Pablo-. Y pronunció esas últimas palabras con cara de iluminado, elevando la mirada hacia el cielorraso del ex-cine.

-Santa Clara... –repetí. Ya no me asombró la coincidencia. ¿Y dónde es?

-Busca el camino que lo encontrarás, todos los caminos conducen al Señor –afirmó como si pronunciara algo importantísimo. Preguntá en una compañía de ómnibus internacionales, seguro que ahí saben –agregó en voz baja inclinándose hacia mí.

-Gracias Hermano, que la paz sea contigo –le dije en voz bien alta y me fui.


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27.3.08
  26 de marzo 08, miércoles.

Retomé las corridas. Un placer. Además el día estaba especial, creo que había 24° o 25°; me fui con Paca, porque Yaguá tiene la pata super hinchada.

De noche tuvimos taller de corrección. Está bueno, noto que manejo mejor el asunto de las comas, punto coma, punto, párrafos. O sea: me fijo. Un poco mejor, tampoco está todo ok.

Y después vino Juanchi, el otro sobrino de Ju que vive en Venezuela; cenamos con Ale y Betania.






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26.3.08
  25 de marzo 08, martes.

Dentista. Yo esperaba que me sacaran unos moldes y tuve que bancarme unas anestesias en el paladar y corte y puntadas. Es que se me rompió una raíz y me estoy haciendo un implante. No es agradable. Fuera de eso, que fue a las 9 de la mañana, un día tranquilo. Tan intrascendente y lindo como todos. De tarde fui a la panadería y Sofi y yo nos dimos una panzada sin culpa.


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25.3.08
  24 de marzo 08, lunes.

Nos levantamos a las 5 am!!! Horrible, espantoso, apocalíptico: era de noche y hacía frío; toda yo era cama dormir cama colchón cama frazada sábanas calentitas dormir dormir. Por suerte Santa Cori me hizo un café con leche que me reconfortó. Cori y Joso se habían quedado a dormir en casa en Santa Lu y Cori tenía que llegar a su casa hacer su valija y entrar a la guardia a las 8 am. Joso se fue a Ojos de Agua y nosotros a Montevideo. Me senté atrás con Yaguá y me dormí, Yaguá no es una cama pero estaba calentita y el auto siempre me da sueño. Dormí hasta llegar a lo de Cori, y pensé en llegar a casa y acostarme, pero no. Me puse a bajar correo y después a escribir. Al rato llegó Ale que volvía de Rivera.

No hice ningún registro, así que subo unos rastros que dejó la sudestada del sábado en la playa de Santa Lu y que fotografié el domingo de mañana, y que a mí me encantaron.

Entonces, el capítulo de "Santa Clara (un espacio oscuro)” no va, queda para otro día.














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24.3.08
  23 de marzo 08, domingo.

Cumple de Elena y Daniela!! Lu colada también festejó, y Sofi también iba a festejar pero no fue, se quedó en Montevideo estudiando.

Antes de ir a la chacra, Ju y yo fuimos a caminar un rato a la playa. El cumple triple fue genial, aunque faltaron unos cuantos primos: Javier, Sofía, Marcelo, María, Inés, Mariana, Valentina, Alejandro.










































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TERESA PUPPO 2008

Nombre:
Lugar: Montevideo, Uruguay
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