AUTORRETRATO http://08
9.5.08
  08 de mayo 08, jueves.

Inauguración en el MEC: Es ahora. Llegaste. MIX 1.

Proyecto colectivo con curaduría de Fernando López Lage, y los artistas invitados Cecilia Vignolo, Dani Umpi, Maximiliano Contenti y Marcelo Gualano. Se me acabaron las pilas, tengo sólo un par, el resto de las que tenía detonó, así que saqué pocas fotos. Tengo que comprar pilas, tengo que comprar pilas, tengo que comprar pilas, tengo que comprar pilas. Me quedé con ganas de sacar fotos de amigos que hacía tiempo que no veía. Pero me alegró verlos.


























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8.5.08
  07 de mayo 08, miércoles.

Me escribió Grata instándome a que pusiera en el blog que “Secretos” se está dando en la Caixa Forum en el marco de Masamerica, del 22 de abril al 25 de mayo, en la Mediateca. Tiene razón. “Secretos” es un video que realizamos Gabriela Larrañaga, Graciela Taquini y yo en el 2006, con cámara y edición de Ricardo Pons. De paso, subo algunos stills, ya que los videos son muy pesados y tendría que comprimirlo mucho y quedaría muy roto y encima, lento.

Fui a ver otro apartamento para Sofi. Este me gustó, veremos qué le parece a ella. El último que vimos era muy lindo pero tenía muchos problemas. Y este hay que imaginarlo con muebles, pintado, etc. Es lindo y está bien ubicado.

También me reencontré con los narrares en el Mercado de los Artesanos, fue un gusto cuando lo logré, porque primero estuve media hora sentada en el Mercado de la Abundancia, donde funciona el Mercado de los Artesanos. Creí que era ahí, siempre vinculé el “Mercado de los Artesanos” con ese lugar. Como no tenía reloj, pensé que había llegado muy temprano, y estuve aburrida, sentada en la escalera y me puse a sacar fotos. En un momento empecé a preguntar y conseguí una info de que había un grupo que se reunía en el “otro” Mercado de los Artesanos, el que queda frente a la Plaza Cagancha. Así que me dirigí hacia ahí, eran 6 ó 7 cuadras. Llegué como a las 8 pm, y después de recorrer unos interiores laberínticos, me encontré con la gente; Nolo, Rosario, Mariceli, Eduardo, Mariana y Leonardo. Sentados a una mera cómoda, con unas copas y unas jarras de vino. "Esto es joda, yo no puedo trabajar tomando alcohol", pensé mientras tomaba un sorbo de la copa de Nolo.


















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7.5.08
  06 de mayo 08, martes.

Fui a correr, hacía muuuucho que no iba. Hice terrible esfuerzo pensando que iba a mejorar mi tiempo, y cuando miré el cronómetro, 42 minutos para 5 km!!!! En el horno!!! Para correr 5 km ponía 38 minutos maso. Voy a tener que entrenar con más seriedad. Es que en serio, el frío me saca las ganas. Quedé muerta, hecha pasta, pasto, bosta. De noche me dolía todo el cuerpo, tuve que tomar unas aspirinas para poder trasladarme dentro de casa sin reptar.

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6.5.08
  05 de mayo 08, lunes.

Lunes. Laguna. Difícil. Dormir. Frío. Desganada. Psicóloga. Dormir. Laguna. Lago. Mar.

Si de golpe las mariposas se incendian, ¿qué puede hacer el sapo? Las nubes, gigantes, algodonosas, con partes oscuras como barrigas llenas de agua y a punto de explotar, cantan y tocan Carmina Burana (odio esa música, tanto que la gastaron en publicidades estúpidas); retumba la música sobre los árboles, tiembla cada hoja, retumba en los vientres a punto de parir, en los ojos de los niños ciegos, y los sapos se hinchan, flotan, sapos verdes con pintas amarillas que intentan escaparse de los gatos que quieren comerlos, les mean en la cara -desde arriba, claro, un lugar de poder- y los gatos maúllan, desesperados, el pichí hace que les ardan los ojos, aunque de cualquier forma saltan para agarrar a los sapos, se les hace agua la boca como a mí con el helado de chocolate.


Va capítulo 11 de "Santa Clara (un espacio oscuro):


11

La camioneta frenó al lado de la casa, me bajé y traté de ayudar a la rubia a salir de la camioneta. Angélico me hizo a un lado.

-Deja que yo la bajo –dijo, y la levantó otra vez como si fuera una pluma y la cargó hasta la casa. Caminé atrás de ellos. El sol se estaba poniendo y el paisaje y la casa estaban teñidos de una luz anaranjada. Angélico entró con la rubia a cuestas y la llevó hacia una habitación.

-No traes equipaje –dijo constatando la realidad-. Ella movió la cabeza de un lado a otro con delicadeza. –Entonces te quedas en este cuarto, en el ropero vas a encontrar ropa de tu talle.

La rubia ronroneó y asintió con otro movimiento de cabeza.

-Primero te bañas y luego te curamos las llagas –agregó Angélico-. Ella continuó asintiendo con gestos dóciles. Luego la depositó con ternura sobre la cama y ella se quedó allí extendida e inerte, con los ojos cerrados, como si no tuviera fuerzas para moverse.

Angélico fue hasta el baño, abrió los grifos y dejó que se llenase la bañera. El ruido del agua al caer sonó fuerte, casi agresivo.

Volvió, se sentó sobre el borde de la cama y comenzó a sacarle la ropa a la rubia. Le desprendió la blusa y aparecieron los pechos pequeños, como de niña, con pezones rosados muy claritos. Le quitó la blusa con cuidado. Le sacó el pantalón y la ropa interior y la mujer quedó desnuda e inmóvil, acostada boca arriba sobre la cama, los brazos flojos a ambos lados del cuerpo. Me pareció más menuda y frágil. El vello del pubis era negro y espeso, y contrastaba con el resto del cuerpo, con la piel blanca y fina, casi transparente, con el pelo rubio, rizado y finito como el de un bebé. Los rizos casi blancos formaban una aureola alrededor de la cara.

Angélico le envolvió el pelo en un moño encima de la cabeza, la levantó con cuidado y la llevó a la bañera. Se inclinó para que ella tocara el agua, le mojó las nalgas redondas y blancas y de a poco la fue sumergiendo, dejándole los pies, las manos y la cabeza fuera del agua. El agua le llegaba al cuello. Parecía dormida, aunque nunca dejó de emitir el ronroneo suave.

-Vamos a prepararle un café y algo para comer, Clara parece sin fuerzas –dijo Angélico, dirigiéndose a mí de la forma más natural, sin darme ninguna explicación, como si yo debiera saber que la rubia se llamara Clara. No le pregunté nada, pero era evidente que ellos ya se conocían. Salimos del cuarto y me desabroché la canana que me estaba molestando y se la entregué. Abrió un armario del estar y la colgó de un perchero junto con la suya. Dentro del armario vi unas cuantas escopetas antiguas que estaban ordenadas una junto a otra, brillantes, bien cuidadas. Yo las miré extasiada, observando los detalles, las marcas. Siempre me gustaron los objetos antiguos y estos parecían de colección, como la camioneta. En ese momento escuchamos el alarido.

Corrimos hacia el baño. Apenas entramos vimos que la rubia había sumergido los pies en el agua. Estaba inmóvil y de la boca abierta surgía una especie de aullido agudo y continuo. Tenía los ojos muy abiertos, se podría haber pensado que era una muñeca de cera, si no fuera por el grito, que parecía interminable.

Angélico se acercó y le sacó los pies del agua, los secó con delicadeza con una toalla y le pasó una pomada amarillenta que sacó de un tarro de lata. “Esto te va a calmar”, dijo. Ella dejó de gritar y cerró la boca pero se quedó con los ojos abiertos y fijos. Yo me fui a la cocina a preparar café, prefería estar lejos de los aullidos de la rubia. Puse un poco de jamón crudo en un plato, pan y aceitunas.

Cuando volví Clara ya estaba en la habitación sentada frente a un tocador de caoba con tres espejos; tenía los pies apoyados sobre una butaca tapizada de terciopelo verde. Angélico estaba detrás de ella, terminando de abrocharle el vestido. Era un vestido blanco, antiguo, con puntillas y festones, igual al de la niña de mi sueño.

-Clara, atiéndeme –le dijo con voz paciente y casi paternal- ahora te voy a curar las llagas. Te va a doler, pero hay que hacerlo. ¿Entiendes?

Ella asintió con un leve movimiento de cabeza. Angélico dio vuelta la silla de Clara como si no pesara nada y dejó en el piso, frente a ella una palangana esmaltada, con dibujos de rosas. Le levantó la pollera hasta las rodillas, la dobló sobre la falda y le sumergió los pies dentro del agua de la palangana, que despedía olor a desinfectante. Cubrió la butaca verde con una toalla, le levantó un pie y lo puso sobre la toalla. Se sentó sobre otra silla y con mucho cuidado, ayudándose con una esponja y una pinza le fue sacando la tierra y las piedritas que tenía incrustadas en la planta. Luego cambió el agua e hizo lo mismo con el otro pie, y luego con las manos.

El rostro de Clara estaba como siempre, sin expresión, con los ojos abiertos y la mirada perdida. Se percibía su sufrimiento por las lágrimas que corrían sin parar sobre las mejillas. Angélico terminó de limpiarla y sacó de otra lata un ungüento anaranjado y lo pasó sobre las llagas: le limpió la cara con un pañuelo, la levantó y la llevó al porche. La recostó sobre el sillón hamaca y le puso un almohadón atrás de la espalda, y otro bajo los pies. Luego le vendó los pies y las manos con unas vendas blancas de tul de algodón.

Volví a la cocina a buscar la bandeja con la comida y el café y la llevé hasta el alero, la puse sobre una mesa al lado de Clara. Pensé que estando tan dolorida le iba a costar comer pero se abalanzó sobre la bandeja, agarró con habilidad el tenedor con los dedos que no estaban vendados y en un instante devoró todo lo que había en el plato.

-Quiero más –dijo, apenas terminó de tragar el último bocado. La miré asombrada. Angélico se levantó y fue hacia la cocina. Trajo otra bandeja llena de comida.

Ella comió todo con voracidad. Cuando terminó eructó dos veces como si fuera la cosa más normal del mundo, se reclinó contra el almohadón y sin decir ni gracias, se durmió. Al instante empezó a roncar con un ronquido fuerte, como de hombre.

-Ahora va a dormir un buen rato –dijo Angélico.

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5.5.08
  04 de mayo 08, domingo.

Santa Lu. Fuimos a pescar y no pescamos nada. Me dormí una siesta gigante después de almorzar y comer un delicioso mousse de chocolate con dulce de leche. Hice como 100 fotos de las plantas que estoy colocando en el jardín para después comparar la evolución, estoy deseando que crezcan. En invierno voy a plantar más, así en la primavera vienen con todo. Ya sé que las fotos son un embole, pero no importa porque me sirven para decir, cuando crezcan y estén divinas: “mirá qué chiquitas que eran!”.

De tardecita volvimos a Montevideo, hicimos un asado en casa y estuvimos Cori y Joso, Ine, Nacho, el Cherny, Ale, Sofi, Ju y yo.




















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TERESA PUPPO 2008

Nombre:
Lugar: Montevideo, Uruguay
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