Llegamos a POA a las 9 de la mañana (creo, porque de mañana nada es muy claro). Lloviznaba. Estaba fresco. Desayunamos en el hotel, Ju se dio una ducha y se fue. Me quedé intentando entrar a Internet, se me pasaron como dos horas sin que me diera cuenta. Hasta que me harté y me bañé y salí a caminar por POA. Había salido el sol y hacía menos frío. Pese a estar bastante al sur, Porto Alegre es fresca en invierno. Y hay días en los que hace frío realmente. Pero con el sol bastó para calentar el aire. Me gusta caminar por POA, es colorido, alegre. La gente grita, se ríe, se besa. Hay mucho movimiento y música que sale de alguna parte. Y la vegetación es tropical, abundante, generosa. Atravesé el bajo, entrando en todas las tienduchas con chucherías varias y llegué al centro y desde ahí caminé hasta el Museo do Trabalho, donde inauguro una exposición el 17 de setiembre. Tenía que hablar con Hugo para coordinar los últimos detalles.
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Bancos. Otra vez. Para mí va a ser el año de los bancos. Fui a llevar la carta que me hicieron del Banco Central admitiendo el error. ¡Por fin! Mejor no decir poooorfin porque la última vez, fue como empezar todo de nuevo. Toco madera, como cucarachas y ojos de gorrión, hago sopa con pelos de gato negro. Después BHU, y después a casa con intenciones de dormir por una semana. Apenas me recosté en el sillón a mirar algún programa estúpido de la tv, me acordé (de) y me levanté para ir a la inauguración de “Erótica Rodelú”. Curaduría de Fernando y Clío. Y no volví a dormir.
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Sobre la mesa de luz voy juntando todos los libros que quiero leer, o los que estoy leyendo. A veces leo de a uno, a veces dos o tres a la vez. Me gusta leer de noche. Cuando los termino los llevo a la biblioteca, o se quedan allí por tiempo indeterminado, hasta que me acuerdo de ellos. Algunos se amontonan debajo de la mesa de luz. Esos son los que quiero leer, pero no tengo ganas.
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Hizo tanto, pero tanto frío que no salí de casa en todo el día. Solamente subí a la azotea a colgar ropa. Me dormí en el sillón del living, mirando un documental que me interesaba pilas, sobre historia latinoamericana, en el cinco. No entiendo que un programa así lo pongan un domingo a las 4 de la tarde, y que no lo repitan a otra hora más coherente, a las 3 de la mañana un martes, por ejemplo. Los domingos de tarde generalmente me lo voy a perder. Sobre todo si sale el sol.
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Fuimos a Las Brujas a ver a Lautaro. Sin palabras, porque ni pienso ponerme al nivel de los abuelos/as babosos/as. Muestro las fotos y tá.
Pero mi estado de ánimo mejoró. Belleza.
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Nada de fotos. Hoy tenía que ir al dermatólogo, que me iba a sacar un pedacito de caaaaarne (de carne mía, un pedacito mío buááá) de la nariz, del lugar donde hace 4 meses me salió un grano rojo. No muy feo pero bulto al fin, y desubicado, fuera de lugar y de contexto. Como desde la internación del año pasado cada vez que se me acerca un bulto blanco con forma humana (especialmente enfermeras/os, pero también médicos), con intenciones generalmente conocidas y que hacen doler, tengo ganas de salir corriendo y de llorar, patalear, hacer un buen escándalo (y no lo hago, que idiota, y parezco valiente, como si ser valiente me importara un rábano, pero no, no es eso, es que tengo las expresiones de dolor y de llanto tan reprimidas que no me sale el pataleo); le pedí a Ju que me acompañara. Como apoyo moral, en fin, para no sentirme desvalida. Ju es santo y fue conmigo. No me dolió casi , solo el ardor de la anestesia en la nariz con la aguja enoooorme (pero cerré los ojos, claro). Y dspués sentir que la mano del médico escarbaba (en mí) con fuerza, con algo que yo sentí que era como la cuchara para ahuecar papas y hacer papines redonditos, un instrumento cortante así, pero mucho, mucho más chiquito. Y lo sentí, sentí que escarbaba casi hasta el hueso. Sin dolor, claro. Pero no es lo más importante, el dolor siempre es relativo. Sentí el cra-cra-cra. Y me sentí desvalida. Me saltaron apenas unas lágrimas, aunque tenía ganas de aullar. En fin. Un día de estos, aúllo, para sacarme las ganas.
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