Llegamos a POA a las 9 de la mañana (creo, porque de mañana nada es muy claro). Lloviznaba. Estaba fresco. Desayunamos en el hotel, Ju se dio una ducha y se fue. Me quedé intentando entrar a Internet, se me pasaron como dos horas sin que me diera cuenta. Hasta que me harté y me bañé y salí a caminar por POA. Había salido el sol y hacía menos frío. Pese a estar bastante al sur, Porto Alegre es fresca en invierno. Y hay días en los que hace frío realmente. Pero con el sol bastó para calentar el aire. Me gusta caminar por POA, es colorido, alegre. La gente grita, se ríe, se besa. Hay mucho movimiento y música que sale de alguna parte. Y la vegetación es tropical, abundante, generosa. Atravesé el bajo, entrando en todas las tienduchas con chucherías varias y llegué al centro y desde ahí caminé hasta el Museo do Trabalho, donde inauguro una exposición el 17 de setiembre. Tenía que hablar con Hugo para coordinar los últimos detalles.

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