23 de febrero 08, sábado.
Me levanté temprano, Ju se había ido a las 4 de la mañana al aeropuerto, el avión salía para POA a las 5:30. Creo que le dije chau, aunque a esa hora soy zombie y puedo haber dicho cualquier cosa. “Hay hormigas”, por ejemplo. Bueno, “hay hormigas” es solamente por dar un ejemplo, no quiere decir que fuera a decir eso ni que nunca lo haya dicho. Pero la verdad es que HAY hormigas. Y hoy estuve poniendo veneno. Me despierta mi yo sádico y me quedo mirándolas, esperando a que agarren el cebo y lo lleven al hormiguero que no sé donde está, yo solamente las veo pasar y veo como se meten por una rajadura del piso de la terraza. No sé si van al centro de la Tierra o a los cimientos de la casa, que cualquier día de estos hace buuuuum y se hunde. (Espero no estar). Pero eso es otro tema. La cosa fue que salí a correr con bastantes pocas ganas (a veces me pasa, tengo que hacer un esfuerzo para salir) y bueno, hoy no tenía muchas ganas; en realidad creo que era porque estaba muy nublado, con pinta de que en cualquier momento se largaba a llover. Y aunque corro de traje de baño, y al volver me tiro al agua, no me daban ganas de mojarme por decisión de la lluvia. Aparte prefiero el agua salada. Pero corrí y disfruté corriendo, disfruté del paisaje, del sonido del mar y del viento, de las nubes cambiantes que pese a la hora se mantenían rosadas, de un rosado muy claro, como si acabara de amanecer. Disfruté la soledad de la playa a esa hora. Nadie, nadie, nadie. Ni un ser humano. Gaviotas. Mar. Cielo. Nubes. Dunas. La playa inmensa y vacía que se extendía frente a mí. El agua seguía mansa y transparente, de un color verde grisáceo, nacarado, y reflejaba el color de las nubes en las pequeñas ondas ondulantes que no dejaban de moverse. A la vuelta, me crucé con dos personas. Un hombre que caminaba con un perro, un cachorrón ovejero alemán y una mujer que hacía gimnasia o meditaba sentada frente al mar, abrazada a sus piernas. Me tiré de nuevo a flotar un buen rato, a mirarme los pies, a hacer buches con agua salada. Tragué un poco, me gusta saborear el agua de mar, sentirme inmersa, rodeada, mojada.
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De tarde fui a sacar fotos. Había visto tantas formas redondeadas en la playa cuando corría que quise registrarlas. Cayeron unos gotones de lluvia así que volví a casa, sin encontrar las imágenes que buscaba, pero sí otras que me gustaron. Llegué justo antes de que lloviera con todo.
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Me puse a escribir. Me dormí arriba del teclado.
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Etiquetas: febrero