Fui con Ángela y Juliana al taller de fotografía en el MNAV. Después del taller nos fuimos las tres a tomar cerveza y a comer pizzas al Rodelú. Habíamos quedado en reunirnos en casa durante la tarde para editar el registro de las acciones de 598-2 del año pasado, que fue en julio, justo cuando yo estuve enferma. El material está bueno. Y pasamos bárbaro. Hacía tiempo que no salía con mis amigas.

Me dio rabia haberme enfermado, no haber podido intervenir en el “598-2” ni ver nada del “ERA”, haber estado postrada en aquella cama horrible –“estás en la mejor cama del sanatorio”, me decían, “qué bacana”, y yo hundida entre aquellas prótesis tetáceas, estaba segurísima que habían unido cientos de tetas de espuma de polietileno para armar ese colchón (y en mi aburrimiento desvelado calculaba que si un soutien con prótesis puede salir 70 u 80 dólares, un colchón de 10 tetas por 90 es 900 ¡un colchón de 900 tetas de espuma! Un super colchón que tiene que salir más caro que 450 soutienes con prótesis ¡y solo eso me daría más de 30 000 dólares! Odié el usufructo del super colchón de la super cama -hecha de esa forma especial para que no estimule la manifestación de éscaras- una cama que sube y baja del lado que quieras con solo apretar un botón: de los pies o de la espalda, y se arquea, y si te pasan de morfina seguro que también salta y baila. Así que estaba atrapada entre las horribles tetas de espuma, atrapada en serio porque me ataban a la horrible cama para que no me sacara los horribles tubos en el horrible sanatorio, los horribles tubos que me salían de la boca y de la nariz; soportando las horribles enfermeras, entre los reflejos de las luces sobre los vidrios de ese espacio “real” invadido por enanos deformes con cabezas gigantes o niños adictos a la pasta base jugando a destrozarse el cerebro con la música ensordecedora de sus mp4 conectados directamente a los oídos, y los horribles delirios provocados por la horrible morfina (no sé por qué alguien la usa por su propia voluntad, es horrible vivir todo lo que pasa por el cerebro, es una pesadilla continua, simplemente una quiere huír –pensé unas cuantas veces en escaparme, pero sin cómplices era prácticamente imposible y las veces que lo propuse no encontré eco, solamente sonrisas). Solo imaginarme esa sala me da… no sé, una especie de pánico, aunque no un pánico como para correr y gritar y aterrorizarme, sino un sentimiento como de miedo, de ganas de llorar, un vacío en el estómago o más bien en la barriga, ganas de hacerme pis encima.

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