El jueves no pude irme a Santa Lu. Y estaba deseando irme. Pero fue un día sin tiempo, ya lo dije, el jueves 12 no existió. Por lo menos para mí. Y el viernes… no sé.... fue un día de esos en los que todo sale mal… caminás y te llevás la puerta puesta; te das vuelta y te chocás con alguien que estaba atrás tuyo y no lo habías visto; tomás un sorbo de té y te quemás la lengua; la heladera te da corriente porque cuando la abriste justo estabas descalza y con los pies mojados; pateás la pata de la mesa ratona con el dedito más chico del pie; por un movimiento brusco derramás en el piso de la cocina todo el aceite de la sartén que ibas a lavar; te vas a encontrar con una amiga y pisás el sorete de un perro que estaba en la vereda, tu amiga te mira y te dice “qué cara de culo, mejor nos vemos otro día” , bueno, podría ennumerar mil desgracias, millones, pero creo que todos las conocen. Son esos días en los que más vale quedarse en la cama. Fuera del tiempo. Y el viernes… fue un día en el que además de “otras” cosas, se me cayó la tele –justo cuando estaba por ver un video con Cori que vino a casa a traer unas recetas para Julio- y se cayó juuuusto encima de mi adorado pie derecho. El pie está medio gordito, y azulado. No me duele. Espero que esto no me impida correr.
Tengo una terrible duda metafísica: fue una suerte porque gracias a haberme aplastado el pie, la tele no se rompió, increíblemente no le pasó nada, quedó intacta, o fue una desgracia porque la maldita tele se cayó justo arriba de mi querido piececito y me lo machucó mucho y no me duele pero me dolió, y lloré del dolor y todo, y ya que estaba aproveché para acordarme de otras desgracias, y lloré también por ellas.
En resumen: otro día de mierda que tengo que sumar a mis días fuera del tiempo.
Etiquetas: marzo
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