Otro día lindo de playa. Me vendé el pie y lo coloqué en el bunker de nylon y allá fui. Yaguá jugueteó pilas con un niño y su perrito, un caniche que parecía un corderito de juguete (yo le hubiera cortado la cola). El agua estaba tan linda que me saqué las vendas y me bañé un buen rato, y puse especial cuidado en que la arena no se metiera en la herida. Disfruté del baño como nunca, capaz que porque lo tenía prohibido. Al salir me vendé de nuevo para poder caminar por la arena hasta la calle. Cuando nos volvíamos a casa Yaguá empezó a corretear como loca, de alegría: le encanta correr en la arena. Y es tan torpe que saltó un arbusto y se rajó la panza con una rama rota de una acacia, una estaca gruesa de unos 8 cm de diámetro que terminaba en punta. Caminamos hasta casa; eran solmente dos cuadras. Ju decidió coserla ahí nomás, porque le revisó la herida y dijo que no se había cortado ningún músculo, y que el tajo aunque grande, era superficial, solamente había rajado el cuero. Así que le hizo un bozal con cuerdas y le ató tres patas y mientras yo sostenía la cuarta y la cabeza, empezó a coser. Por suerte el vecino nos vio y se acercó y me ayudó a sostener a Yaguá, que tiene demasiada fuerza y más así, desesperada como estaba. Pobre Yaguá. Se bancó todo bastante bien. 14 puntos. Aunque creo que lo que le dolió más fue cuando la lavó. Por lo menos fue cuando casi no pude sostenerla. Por suerte Ju tenía las agujas curvas y el hilo de suturar. Después le inyectó un antibiótico. La pobre no comió y gemía de vez en cuando. Me dejó el estómago retorcido, ni me acordé del pie. Pero antes de dormir lo lavé y lo curé.

Etiquetas: marzo

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