06 de octubre 08, lunes.
Desde que pusieron guardaparques, ya no se puede correr por adentro del parque con las perras sueltas, así que últimamente lo circunvalo para llegar a la Rambla. Había muchísimo viento, tanto que las olas rompían contra el murallón y atravesaban la Rambla, por lo que decidí ir a estirar frente a la escalera de Requena, donde está protegido del viento y si los guardaparques me echaban de ahí me iba al toque. Apoyé las manos sobre la corteza de una palmera y estiré las pantorrillas. Giré la cabeza a la derecha, y, sin pensar en nada especial, sentí que algo faltaba. Miré y remiré: la mujercaracol no estaba. Busqué con la mirada por las cercanías, pero no, había desaparecido. Caminé por la zona, por donde podría haberse movido, y nada. Al final fui a preguntarle al que alquila los botes a pedal para recorrer el lago. Me dijo que se la llevaron el jueves pasado. Que no sabía a dónde. “Sí, le falta algo al parque ahora”, dijo. Se va a morir, pensé. Años viviendo acá, en este jardín, para ir a morir a un hospicio lleno de viejos enfermos.
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